Alguna vez me contó mi abuelo Laureano -y ésta no es una fórmula literaria para comenzar cualquier relato o pseudo-crónica a los que se les quiere proporcionar cierta veracidad, si no que es realmente como pasó, pués Laureano gustaba de contar a sus nietos historias de antes, que quizás hicieran mella en mí para que ahora sea un apasionado de lo antiguo y las tradiciones-, decía pues, que una vez me contara mi abuelo, que siendo él un niño, corretearía con otros muchachos por las dependencias, celdas y claustro del Convento de Dominicos que, por aquel entonces, estaba abandonado o por lo menos no había ya monjes habitando esos muros. En aquellos días que mi abuelo me contaba estas y otras historias, yo debería de tener no mas de 10 años y eso de celdas me sonaba a prisón... a cárceles... ¿los monjes encarcelados? ¿pero por qué?... ¿qué mal debieron de hacer para convertir su vivienda en su cárcel?... Luego, con el tiempo, supe que así se llamarían a las humildísimas estancias o alco...
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