Jueves, 23 de febrero de 1911

“qué andáis hablando los tabareses...
si hasta el aire que respiráis es mío”

Todo lo que tenemos de ese día, de lo que acaeció en la villa zamorana, yace guardado en la memoria, un tanto velada, de los hijos y nietos de aquellos tabareses de principios del XX, protagonistas estos últimos de primera fila; pero también tenemos referencia a quellos días en los documentos gráficos de la epoca: artículos en periódicos que se hicieron eco de la noticia, traspasando las lindes de la comarca para llegar a lugares como la capital del país, Madrid, o las provincias vecinas como Salamanca.


El Motín, fotomontaje de Esther Cid sobre la obra de Juan Cid Árias

En cierta publicación bajo el titulo: Tierra de Tábara. De Señorío a Reserva de Caza del autor Luis Ángel Sánchez Gómez (páginas 66 y 67) se relata el testimonio de Manuel Vega Gago, nacido en Tábara en 1923 y nieto de Ramón Vega Ferrero —llegado a Tábara desde tierras maragatas— quien, según aquél, fue el cabecilla de la revuelta. En esta publicación se dice que tal hecho se trata del primer motín que hubo en un tiempo previo, antes de que los herederos de la duquesa, viuda de Pastrana, vendieran los derechos señoriales a Antonio Trueba. Si no recuerdo mal, el nombre de Ramón Vega aparece entre los que fueron llamados a testificar. Con lo que el autor de la publicación esté equivocado, y el testimonio de Manuel Vega está relatando el segundo amotinamiento, –el que nos ocupa– el currido el 23 de febrero del año 1911; dato que confirma asímismo el nombre del administrador Juan Barbas, también reflejado en otro recorte de periódico de aquellos días.

Según Manuel Vega, tal como lo contó al autor de Tierra de Tábara. De Señorío a Reserva de Caza, en aquel 23 de febrero de 1911...

[...]
"La algarada se dirigió contra el administrador de los duques, cuya Casa Palacio se conserva aún hoy en la Plaza Mayor de la población. Asegura nuestro informante que este individuo no dejaba respirar a los vecinos, exigiéndoles el pago de los tributos de forma tiránica. Se cuenta que en una ocasión, ante ciertas protestas, el administrador les dirigió el siguiente exabrupto:

–¡Andáis hablando los tabareses... si hasta el aire que respiráis es mío!.

La tensión y el descontento llegaron a tal extremo que la población decidió pegar fuego al palacio y echar del pueblo al administrador. Según nuestro informante, su abuelo hizo la bandera [una especie de pancarta] para la manifestación, en la que escribió la siguiente frase:

Muera Juan Barbas. Fuego al palacio.

A continuación entregó dicha pancarta a los chavales más atrevidos de la escuela y les ordenó correr con ella por todo el pueblo.

Ese mismo día, según parece, a las tres de la tarde, se reunieron frente al palacio un buen número de vecinos. Echaron abajo la puerta con una viga, asaltaron la panera donde se guardaba el grano fruto de los derechos señoriales y prendieron fuego a la casa, aunque no ardió en su totalidad. Por supuesto, el mencionado Juan Barbas salió huyendo, en dirección a Faramontanos.

Aunque no disponemos de más datos, sí se nos ha afirmado que tanto el líder de la revuelta como otros vecinos pasaron un tiempo en la cárcel de Alcañices.

Pese a hechos como el citado, debieron transcurrir cinco siglos y medio para que la mayoría de los pueblos de la comarca se vieran libres de una opresión casi vasallática que supuso un grave obstáculo para su desarrollo y el bienestar de sus gentes. Esta presión señorial incidió muy negativamente en el crecimiento demográfico de las poblaciones, imposibilitadas de hecho para ello debido tanto a la escasez de recursos como a las obligaciones forales asumidas, que gravaban —entre otras muchas cuestiones— la construcción de nuevas viviendas. No obstante —y como ya vimos al estudiar las escrituras de foro originales—, se vieron más afectados los núcleos de nueva población que los pertenecientes a la Tierra Vieja de Tábara. Estos disponían ya de un cierto desarrollo y de unas propiedades —tanto particulares como comunales— consolidadas y transmitidas desde tiempo atrás, circunstancias ambas ausentes en las nuevas poblaciones, las de Sesnández, Escober, Ferreruela y Abejera."
[...]

Tierra de Tábara. De Señorío a Reserva de Caza.
Luis Ángel Sánchez Gómez (págs. 66 y 67)


Como apuntaba más arriba, si tales hechos son los del 23 de febrero, el motín ocurrió en tiempos, no como dice este relato, de cuando los herederos de la duquesa viuda de Pastrana, quienes también provocaron otro incidente similar años antes, sino de cuando el Palacio y la Hacienda estaba en manos de un rico vecino de Madrid, Agustín Alfageme.

La tan conocida frase de "que hasta el aire que respiran los tabareses es del palacio" no se si realmente se corresponde al motín de 1911 o al anterior, pero sÍ que contaban los mayores del lugar, que cierta vecina de la villa, –nuestra particular "Agustina de Aragón"–, al escuchar tales viles palabras, arremetió contra el mezquino autor de tal aberración de afirmaciones y arrancole, de un tirón, varios pelos de la perilla.

Hay que entender, como hecho lógico, cuando han pasado tantos años de aquellos días y de esta segunda quema del Palacio, que una vez nos han dejado los protagonistas de ese mismo escenario, la memoria, y más en estos casos, la memoria colectiva, nos juegue malas pasadas y mezcle datos tan distantes en el tiempo como si el que huyó corriendo campo a través, o montado en una caballo, fue el marqués muerto de miedo, que ni quiso mirar hacia atrás y ver arder su Palacio... (¿dónde estarían ya los huesos de aquel marqués del que versa la incripción en la bóbeda de cañón de la actual iglesia del convento, donde falsamente se le atribuye la fundación de la villa de Tábara? Quizás sí la fundación de Tábara como señorío, que no de la villa que ya sabemos que existía en tiempos anteriores a Almanzor, mucho antes del año 1000... de hecho los marqueses de Tavara de aquellos días, 1911, ya no eran poseedores de Palacio ni las tierras de la villa.

...o tal vez sería el hijo del duque el que huyó camino de Faramontanos... ¿qué duque?

En todo caso sería aquel potentado vecino de Madrid, Agustín Alfageme, si andaba por allí, que a lo mejor ni eso. O quizás sí fuera su administrador, el Barbas el que huyera echando humo... tanto humo como el que debío de exahar el Palacio.

Gracias a Carlos Fresno Gago, por hacerme llegar el fragmento del testimonio de Manuel Vega; y a Ester Cid, por el Calendario Conmemorativo del Primer Centenario, a partir de una obra inconclusa de su padre, el artista pintor tabarés, Juan Cid Árias, con cuyo fragmento se ilustra esta entrada, no obstante, a la espera de que me lo envíen a mayor resolución, obra que su padre, hace años, realizara sobre el motín y la quema del Palacio, como buen tabarés que era y amante de todo lo referente a su pueblo.

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